Continuando con el relato del lunes pasado:
Jueves 10 de Junio del 2010, 9:30 AM: Al llegar no encontré al doctor Claros, no pude tampoco encontrar una respuesta de donde se encontraba el doctor. Para ese momento además de todos mis sentimientos por lo que estaba pasando con mi hija, mi nivel de cansancio y estado de animo me hicieron colapsar y me senté a llorar amargamente en una de los pocos espacios disponibles. Aquí quiero mencionar varios aspectos por los cuales pasé, los cuales no ayudan a la mejor atención de los pacientes del centro médico:
1. La carencia en sistemas adecuados (automáticos, digitales, en línea) de manejo de expedientes.
2. El manejo del “servicio al cliente” o “atención al público” de las enfermeras que les consulté con respecto al expediente. Es decir nunca fue un servicio de excelencia, ni siquiera era claro o conciso, sino que la información siempre era imprecisa, incompleta y era entregada de una manera poco agradable.
3. Las condiciones físicas del edificio están muy lejos de ayudar a los usuarios, no hay rotulación adecuada, espacios de descanso, temperatura adecuada, etc.
4. Esto no solamente agravaba el momento por el que estaba atravesando, sino que causaba a los demás pacientes la misma sensación y era notorio el estado de caos por el que los usuarios y empleados viven en el hospital.
5. Resultó que el único lugar que encontré disponible para sentarme era las bancas de la capilla, de donde salió un sacerdote a ofrecerme agua y su ayuda (Supongo que por el aspecto mío y de Camila en ese momento)
6. Los ascensores no funcionaban adecuadamente, y consiguientemente las sillas de ruedas dejan de ser tan útiles, como podrían serlo.
Recuerdo lo útil y amable que resultó el sacerdote con nosotras, nos ofreció ayuda a buscar una silla de ruedas (Ya que Camila en ese momento no podía caminar), también nos averiguó que el doctor Claros aún no había llegado, así que esperé un rato más hasta que el doctor llegó.
Cuando vi al doctor fui hacia él, e inmediatamente me preguntó por el expediente de la consulta de emergencias (El cual no había podido conseguir). Al contestarle que no los tenía, él me confirmó que no podía atender a mi hija sin esta información. Le dije al Dr. Claros que no me habían entregado esos papeles a lo que el respondió que tenía que regresar a pedirlos. Obedecí y me fui de nuevo a emergencias a solicitar de nuevo los documentos.
En la estación de enfermeras del área de emergencias me encontré de nuevo con el Dr. Muñoz al cual procedí a consultarle por los documentos; su respuesta fue que él no sabia donde estaban y al insistir yo, con respecto a donde podía conseguirlos, me dijo que en la oficina de admisión de emergencias. Casualmente una de las enfermeras que atendió a Camila horas atrás, escuchó mi solicitud al Dr. Muñoz y procedió a entregarme el expediente, que se encontraba justo detrás del Dr. Muñoz y no en la oficina de admisión de emergencias como él indicó.
Este evento que recién les describí en la estación de enfermería del área Emergencias con el Dr. Muñoz lo recordaré particularmente, pues fue un momento en donde se mezclaron mis urgencias, preocupaciones, temores y favores recibidos de algunos miembros del hospital con esa particular actitud del Dr. Muñoz, la cual puedo contextualizar hoy como algo hostil y desconsiderado. Es difícil expresar mis sentimientos de ese momento, pues las palabras que se me ocurrían, no reflejan mi forma de ser, pues no tengo odios, no me gusta la violencia, me gusta ayudar a las otras personas y no me río de la necesidad o la desesperación de otro ser humano.
Al recibir los documentos literalmente corrí (con Camila alzada) hacia el consultorio del Dr. Claros el cual al revisar el expediente y a Camila me indicó inmediatamente que debía ingresar a Camila en Emergencias, para que la revisara el cirujano pediátrico, pues se podía tratar incluso de una apendicitis. Corrí de regreso a emergencias donde me recibió de nuevo el Dr. Muñoz quien me indicó que debía llenar la hoja de admisión para poder ingresar a mi hija nuevamente. Confieso que perdí los estribos en ese momento y estaba pidiendo casi a gritos que atendieran a mi hija. La enfermera que estaba presente (la misma que buscó los documentos) me dijo: “pase mamá y la acuesta donde estaba”, eso hice.
La enfermera empezó con su trabajo y el doctor Muñoz como si no se tratara de una emergencia se puso a revisar lo que el doctor Claros había escrito, donde vi que no hacía nada (en ningún momento se acercó a Camila ) le dije que por favor la enviara al Hospital Nacional de Niños, que ella tenía expediente allá, me dijo que había que esperar al cirujano pediátrico. Esperando al lado de mi hija vi otros médicos o enfermeros cuya actitud era muy parecida a la del doctor Muñoz: indiferentes, la verdad no preciso que función realizaban, estaban sentados en la estación de enfermeras de la parte del salón de emergencias en la que se encontraba mi hija y muy asustada viendo el color de piel que tenía Camila, la sudoración y lo pegajoso de su piel les pregunté si era normal que estuviera tan pegajosa, con este color y sudada….y muy sarcásticamente respondió uno de ellos: “Quiéeeeen??????”
Esa forma de sarcasmo hiere la dignidad humana, yo estaba con mi hija enferma, y estaba ahí completamente desesperada, fuera de mi, escuchando chistes sarcásticos de quienes eran mi única esperanza para curar a mi hija.
Llevamos a Camila a hacerle Rayos X de abdomen según mandato del doctor De La Hoz que pasó un momento a verla, mucho rato después llegó el doctor Arias quien me hizo varias preguntas delante de todos ellos y una de ellas fue si habíamos “sobado” a Camila y si le habíamos dado algún purgante a lo que contesté que no, en ningún momento le intenté dar algo a mi hija pues no acostumbro dar medicinas que no estén indicadas a ninguno de mis hijos bajo ninguna circunstancia, hago mención de esta pregunta en particular porque resulta que horas más tarde el doctor De La Hoz quien no estuvo presente en el momento que el Dr. Arias me hizo la consulta, me preguntó si era cierto que había sobado a Camila y le había suministrado leche de magnesia, lo cual me pareció extraño, y le hice la consulta sobre quién había dicho esto de “Sobar a Camila” y “dar leche de magnesia” y me dijo que el doctor Muñoz.
Procedieron a colocar una sonda “Naso gástrica”, para lo que el Dr. Arias me pidió que saliera del consultorio. Obedecí de inmediato con lágrimas en los ojos. Aquí me gustaría resaltar los siguientes puntos:
1. La actitud del Dr. Arias tan concentrado en su trabajo, precisó en las preguntas, de una presencia humilde pero a la vez tan profesional en toda su labor.
2. El cambio de actitud del Dr. Muñoz al presentarse el Dr. Arias, ahora el Dr. Muñoz era atento y prestaba mucho más atención. Siempre enfocado en el Dr. Arias más que en la paciente. Tiempo después supe que el Dr. Arias tiene un puesto de Jefatura.
3. Estando fuera del consultorio y de forma inapropiada y prepotente (en voz alta y enfrente a varias personas) el Dr. Muñoz me pregunta: ¿Por qué llora?... No podía creer lo que estaba escuchando, entonces me volví a él y le dije: Perdón? Me lo repitió agregando que: “porqué llora? si su hija está bien!”……. Entre una mezcla de sentimientos y dolor por el sufrimiento de mi hija, no entiendo qué me detuvo de explotar en ira en ese momento tan extraño, en donde otra vez me sentía mal a causa del Dr. Muñoz.
Jueves 10 de Junio del 2010, horas de la tarde: De inmediato llevamos nuevamente a mi hija a hacerle Rayos X de abdomen y ya para cuando salimos de ese cuarto ella estaba entrando en un estado de “shock” por lo que la pasaron al cuarto que tienen destinado para estos casos. Lloré desconsoladamente pues pensé que la iba a perder en ese momento.
Luego de una larga espera, el doctor Arias salió y me informó lo que sucedía: Camila tenía el estómago perforado, me indicó que el doctor Molina casi llegaba pues era un hecho que había que intervenirla de emergencia, a los minutos el doctor Molina llegó, se presentó y me condujo junto con Camila hacia la sala de operaciones, la operación fue exitosa hasta el segundo día.
Sábado 12 de junio del 2010, 4:30 pm: En el salón de pediatría, revisando el estómago y la herida de Camila, pude notar distención abdominal nuevamente. De inmediato le avisé a la enfermera quien a su vez llamó a la jefa de enfermeras, en efecto el estómago se había distendido considerablemente, a la vez que Camila empezaba a presentar nuevamente problemas respiratorios, y los síntomas de deshidratación nuevamente. Me preocupé cuando me indicaron que el doctor Molina estaba libre ese día y se encontraba fuera de Limón, pedí un pediatra para que la valorara, me indicaron que no había ninguno disponible en ese momento, las enfermeras muy atentas empezaron a buscar ayuda pues era notable el deterioro de Camila, hasta que finalmente una de ellas llamó al servicio de emergencias para que enviaran un médico a valorarla mientras llegaba la “médico de piso”, me encontraba totalmente desesperada pues no entendía muy bien ese “protocolo” que utilizan en casos de emergencias, finalmente me indicaron que el doctor que pidieron de emergencias estaba ahí, y para mi sorpresa enviaron al doctor Muñoz… no pude ocultar mi enojo y expresamente les dije a las enfermeras que no quería que ni él ni ningún otro médico general se acercara a mi hija pues yo quería alguien que supiera lo que hacía: el doctor Molina o un pediatra.
A los minutos llegó la médico de piso: la doctora Simms, quién me pidió que me calmara, fue inútil su petición reiteré que no quería que ningún médico general se acercara a Camila, ella no insistió, supervisó la labor que realizaban las enfermeras y posteriormente salió del salón a conversar con el doctor Muñoz, ahí estuvieron largo rato y por dicha atendieron mi petición de no acercarse hasta que llegó el doctor De La Hoz, quién hizo unas cuantas maniobras, logró estabilizar la respiración de Cami y la deshidratación, pero ella para entonces pude observar que estaba fuera de sí, solo manifestaba que quería vomitar y en dos ocasiones deliró. Le pregunté al doctor De La Hoz si en la ausencia del doctor Molina él podía intervenirla a lo que me contestó que no porque el doctor Molina era el único cirujano pediátrico del hospital, le pedí con desesperación que la enviara entonces al Hospital Nacional de Niños, me dijo que no lo iba a hacer porque yo se lo pidiera sino porque eso era lo que seguía... Aquí quisiera enumerar algunos puntos:
1. Aunque comprendo que las solicitudes de los pacientes y sus familiares no son los procedimientos de referir a un paciente a un hospital, la razón por la que lo hacemos son los niveles de desesperación que pasamos y las experiencias previas en las que nuestros derechos son respetados en función de la fuerza de nuestras exigencias.
2. El Dr. De la Hoz al cerrar su referencia al HNN con el comentario de que no lo hacia por mi solicitud, son los comentarios que no son bien recibidos por los pacientes mucho menos por los familiares.
3. El Dr. De la Hoz también manifestó “que Camila estaba bien” lo cual me parece que es un comentario fuera de lugar, pues mi impresión es que al contrario, el traslado se daba debido a la mala condición de ella, por lo que el comentario lejos de calmarme, causó el efecto contrario. Recomiendo que se trate al máximo de omitir este tipo de comentarios.
4. Finalmente se ordenó el traslado hacia el HNN en una ambulancia que no contaba con más que compartimentos para guardar cosas, la camilla y unas bancas donde sentarse, no vi equipo alguno, ni siquiera un gancho decente para guindar el suero (pese a que esta unidad era nueva porque hasta los asientos cubiertos por bolsas tenía) Una enfermera y la médico de piso nos acompañaron en el viaje.
5. La sirena de la ambulancia NO funcionaba y el chofer pese a las tres veces que la doctora le indicó que era CODIGO ROJO, nunca apresuró el paso, fue clara la molestia de la doctora.
Al pasar por las cercanías de Guápiles mi hija entró en paro respiratorio, de emergencia hubo que parar en el hospital de Guápiles para que la estabilizaran, le colocaron tubos para ayudarle a respirar para lo cual hubo que sedarla, desde ese momento sus ojitos se cerraron, jamás pensé que iba a ser para siempre, fueron momentos muy amargos.
Continuamos nuestro camino hacia el Hospital de Niños sin una sirena que alertara a los conductores de la emergencia que presentábamos. La doctora Simms llamó al tránsito en San José para que nos escoltaran desde el edificio de La República, finalmente la sirena funcionó llegando a San José.
Domingo 13 de junio del 2010, madrugada: En el salón de Emergencias del Hospital Nacional de Niño, mi hija ingresó con paro respiratorio nuevamente, casi paro cardíaco y con un desastre en su estómago…las 3 fisuras que encontró el doctor Molina se hicieron una sola, además se perforaron los intestinos. Ahí mismo en ese salón de emergencias la intervinieron pues no daba tiempo ni siquiera de pasarla a sala de operaciones.
A partir de ahí la situación continuó empeorando por un periodo de 38 días, realizaron 4 intervenciones más, una infección que nunca cesó… se había apagado la voz de mi Camilita…nunca más la pude ver despierta, nunca más una sola palabra de su boca, mi chiquita ya no estaba….solo su cuerpo adolorido, saturado de medicamentos, como el Cristo crucificado: llena de heridas y llagas….probablemente con daño cerebral… qué momentos tan dolorosos! lo único que tranquilizaba un poco era saber que se encontraba en las mejores manos de este país, así que si mi chiquita fallecía sabía que iba a ser por cualquier cosa menos por negligencia de los doctores del Hospital Nacional de Niños.
21 de julio del 2010, 8:AM: En la unidad de Cuidados Intensivos se me informó que Camila había presentado un notable deterioro en las últimas horas por lo que los médicos a cargo del caso habían decidido no “maniobrar” más pues habían sido inútiles los esfuerzos realizados, mi resignación era evidente. A las 5: PM de ese día en la cama No. 10 de la Unidad de Cuidados Intensivos, se declara la muerte de mi hija Camila Solís Castro.
Continuará el viernes...