A 30 AÑOS DE LA NOCHE MAS LARGA - DEPORTES: ENTRE LOS NEGOCIOS SUCIOS Y LA REPRESION MASIVAEl Mundial, pieza clave de la dictadura El campeonato de fútbol costó diez veces más que lo previsto, y fue pensado como una vidriera internacional para los dictadores. Mientras, desaparecían decenas de deportistas.
Dos ecos. Dos ecos todo el tiempo salían de los televisores grises, en los que el escudo nacional se había convertido en el único y definitivo actor. Dos ecos: las marchas militares y las palabras que prohibían. En especial ese segundo eco: las palabras que prohibían. Comunicado número 3, número 6, número cualquiera de la Junta que ese 24 de marzo acababa de apropiarse de lo que no le era propio. Cada comunicado prohibía. Hasta el 23. Disonante Comunicado 23: permitía. Permitía ver por tevé un partido de fútbol entre Argentina y Polonia. De esa manera, colada no por azar entre los grises de la pantalla, apareció una pelota. La Selección venció 2-1, en Chorzow, bien lejos pero con transmisión en directo. Así funcionaba aquel tiempo de sólo dos ecos. No eran posibles ni la reflexión ni el movimiento, ni los derechos básicos ni los que no son básicos. Pero fútbol se podía.A la más bruta de las brutas dictaduras argentinas la sedujo la posibilidad de que el deporte transpirara para su equipo. Su experiencia culminante no resultó una fiesta de todos: el Mundial 78. Se trató de un proyecto estratégico y no barato: costó más de 700 millones de dólares, un monto diez veces superior a lo previsto y que se conoció por investigaciones periodísticas y no por datos oficiales: el EAM 78, encargado de la organización, nunca entregó su balance.Ahí, en el EAM 78, reinó el marino Carlos Lacoste, quien empezó la dictadura en los bordes del anonimato y la concluyó en la cumbre de la FIFA, donde llegó a la vicepresidencia. Fugaz jefe de Estado entre los dictadores Roberto Viola y Leopoldo Galtieri, Lacoste alcanzó la cima de su entusiasmo el 25 de junio, unos minutos después de que Argentina se consagrara campeón al superar 3 a 1 a Holanda. En el palco del estadio de River, dijo: "El fútbol ha sido un conducto para que vuelva a empezar la grandeza argentina. Y que de hoy en adelante todo lo que hagamos lo hagamos en grande". A pocas cuadras de donde resonaba la garganta inflamada de Lacoste, estaba la ESMA, el mayor centro clandestino de detención de la dictadura, en el que lo que se hacía en grande era torturar y matar.Ese Mundial empezó el 1 de junio de 1978, con otra garganta en alborozo, la de Jorge Videla, quien declaró inaugurado el torneo "bajo el signo de la paz". Un año exacto antes, el gobierno del mismo Videla había secuestrado a Roberto Santoro, un poeta de ternuras, uno del centenar de periodistas desaparecidos. Santoro es el autor de "Literatura de la pelota", un libro esencial, en el que reunió textos de grandes escritores con la voz de las hinchadas."Veinticinco millones de argentinos jugaremos el Mundial", avisaba en esos días, entre compases impunes, la canción oficial del campeonato. En esa cifra no estaba incluido el atleta Miguel Sánchez, secuestrado en Berazategui el 8 de enero de 1978. Ni los 17 rugbiers del club La Plata que los dictadores sacaron de sus casas. Ni Norberto Morresi, un joven apasionado del fútbol, hermano de Claudio Morresi, actual secretario de Deporte de la Nación. Ni Daniel Schapira, jugador y docente de tenis, atrapado en San Juan y Boedo el 7 de abril de 1977. A todos los desaparecieron.Tampoco era parte de esos veinticinco millones Claudio Tamburrini, arquero de Almagro. "¿Vos sos arquero? Tomá, atajate ésta", le vociferaban a Tamburrini antes de cada piña feroz las bestias que lo capturaron en Ciudadela. Estuvo detenido hasta marzo de 1978, cuando empujado por todas las desesperaciones se fugó junto con tres compañeros de la Mansión Seré, un reducto de espantos que la Aeronáutica poseía en Castelar.Vueltas de la historia: en la Mansión Seré hoy hay un sitio dedicado a recordar ese tiempo de humanidad marchita y al lado se levanta una biblioteca que no lleva cualquier nombre. Se llama Miguel Sánchez. Es una prueba de que existió una edad atroz que puso las botas en las canchas y en las pistas. Pero también constituye un testimonio: hace treinta años, el dueño del juego fue el horror; ahora y siempre, la que sigue jugando es la memoria.
Dos ecos. Dos ecos todo el tiempo salían de los televisores grises, en los que el escudo nacional se había convertido en el único y definitivo actor. Dos ecos: las marchas militares y las palabras que prohibían. En especial ese segundo eco: las palabras que prohibían. Comunicado número 3, número 6, número cualquiera de la Junta que ese 24 de marzo acababa de apropiarse de lo que no le era propio. Cada comunicado prohibía. Hasta el 23. Disonante Comunicado 23: permitía. Permitía ver por tevé un partido de fútbol entre Argentina y Polonia. De esa manera, colada no por azar entre los grises de la pantalla, apareció una pelota. La Selección venció 2-1, en Chorzow, bien lejos pero con transmisión en directo. Así funcionaba aquel tiempo de sólo dos ecos. No eran posibles ni la reflexión ni el movimiento, ni los derechos básicos ni los que no son básicos. Pero fútbol se podía.A la más bruta de las brutas dictaduras argentinas la sedujo la posibilidad de que el deporte transpirara para su equipo. Su experiencia culminante no resultó una fiesta de todos: el Mundial 78. Se trató de un proyecto estratégico y no barato: costó más de 700 millones de dólares, un monto diez veces superior a lo previsto y que se conoció por investigaciones periodísticas y no por datos oficiales: el EAM 78, encargado de la organización, nunca entregó su balance.Ahí, en el EAM 78, reinó el marino Carlos Lacoste, quien empezó la dictadura en los bordes del anonimato y la concluyó en la cumbre de la FIFA, donde llegó a la vicepresidencia. Fugaz jefe de Estado entre los dictadores Roberto Viola y Leopoldo Galtieri, Lacoste alcanzó la cima de su entusiasmo el 25 de junio, unos minutos después de que Argentina se consagrara campeón al superar 3 a 1 a Holanda. En el palco del estadio de River, dijo: "El fútbol ha sido un conducto para que vuelva a empezar la grandeza argentina. Y que de hoy en adelante todo lo que hagamos lo hagamos en grande". A pocas cuadras de donde resonaba la garganta inflamada de Lacoste, estaba la ESMA, el mayor centro clandestino de detención de la dictadura, en el que lo que se hacía en grande era torturar y matar.Ese Mundial empezó el 1 de junio de 1978, con otra garganta en alborozo, la de Jorge Videla, quien declaró inaugurado el torneo "bajo el signo de la paz". Un año exacto antes, el gobierno del mismo Videla había secuestrado a Roberto Santoro, un poeta de ternuras, uno del centenar de periodistas desaparecidos. Santoro es el autor de "Literatura de la pelota", un libro esencial, en el que reunió textos de grandes escritores con la voz de las hinchadas."Veinticinco millones de argentinos jugaremos el Mundial", avisaba en esos días, entre compases impunes, la canción oficial del campeonato. En esa cifra no estaba incluido el atleta Miguel Sánchez, secuestrado en Berazategui el 8 de enero de 1978. Ni los 17 rugbiers del club La Plata que los dictadores sacaron de sus casas. Ni Norberto Morresi, un joven apasionado del fútbol, hermano de Claudio Morresi, actual secretario de Deporte de la Nación. Ni Daniel Schapira, jugador y docente de tenis, atrapado en San Juan y Boedo el 7 de abril de 1977. A todos los desaparecieron.Tampoco era parte de esos veinticinco millones Claudio Tamburrini, arquero de Almagro. "¿Vos sos arquero? Tomá, atajate ésta", le vociferaban a Tamburrini antes de cada piña feroz las bestias que lo capturaron en Ciudadela. Estuvo detenido hasta marzo de 1978, cuando empujado por todas las desesperaciones se fugó junto con tres compañeros de la Mansión Seré, un reducto de espantos que la Aeronáutica poseía en Castelar.Vueltas de la historia: en la Mansión Seré hoy hay un sitio dedicado a recordar ese tiempo de humanidad marchita y al lado se levanta una biblioteca que no lleva cualquier nombre. Se llama Miguel Sánchez. Es una prueba de que existió una edad atroz que puso las botas en las canchas y en las pistas. Pero también constituye un testimonio: hace treinta años, el dueño del juego fue el horror; ahora y siempre, la que sigue jugando es la memoria.
Por Ariel Scher.
6 comentarios:
somos una nueva generación mundial que no tiene porque estar destinada a cometer los errores de nuestros padres. no solo en argentina, sino en todo el mundo, hemos nacido hijos de padres que fueron carentes de muchísimo sentido social, y si bien es cierto acá no hubo una epoca de violencia de tal magnitud, si se gestó un periodo de corrupcion que ahora compromete el futuro de un país entero.
de verdad que duele por los hermanos de otros países. esas cicatrices las arrastran generaciones completas, y a veces en lugar de sanar, estallan en más violencia atizada por rencores.
pero yo confio en que latinoamerica va aprendiendo y creciendo, y que no seremos más como nuestros padres. vamos a ser mejores, más fuertes, y más humanos, y nuestros hijos veran con sonrisas el mundo que les dejamos.
yo confio en el hombre. pero el hombre estará listo para dar el paso??
Que impresionante yo no sabía de esto, aunque recuerdas como Hitler uso a su favor las olimpiadas, pero es bueno jamás olvidar todo esto, y no vayamos muy lejos, el partido comunista de China, mientras preparaba las olimpiadas, reprimía al pueblo tibetano, y barría con ventas ambulantes, pobres y desamparados en la periferia de la villa olímpica, la historia es circula, otra vez se repite.
Saludos
siempre se ha hablado mucho de ese mundial....
un saludo
La consigna debería ser:
Si se va a repetir la historia, que se repita en otro lado, aquí no aguantamos dictaduras...
Son cosas que a uno le parecerían increíbles, pero sucedieron y podrían suceder si no se pone uno vivo...
Un requiem a ritmo de gol...
malditos militares...
Yo vi una vez un especial de como se uso el futbol para drogar a la poblacion en tiempos de horror. como usaron la figura de varios jugadores de futbol para esconder lo que sucedia, el pueblo callado y narcoleptico no tuvo otra que aceptar ese periodo minimo de paz y disfrutar para luego regresar al horror.
Mi madre vivion un tiempo alla y a pesar que ama ese pais salio espantada de allu luego de ver como una generacion de jovenes eran masacrados x nada... Ojala esto nunca mas se vuleva a dar!
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