En algunos cines del país se está exhibiendo un buen documental titulado Luces de esperanza (2010), con autoría costarricense, de la mano –en escritura, dirección y cinematografía– de Érika Bagnarello. Ella tiene cosas que decir, tiene hipótesis para demostrar y hay una idea unificadora de imágenes que le da coherencia al texto. Dicha idea se apoya en testimonios de distintas personas, en recreaciones visuales, en imágenes históricas de otros documentales y en la mirada aguda de la cámara. El filme nos convence de que las armas nucleares y la humanidad no nacieron para coexistir: no pueden ni deben. El documental acompaña a un grupo de hibakushas (sobrevivientes del bombardeo a Hiroshima y Nagasaki) en su viaje por el mundo a favor de la paz. No hay rencor en ellos, solo un dolor que no quieren para los demás y una denuncia firme ante los países nucleares y ante Estados Unidos, quien ha sido el único país capaz de cometer genocidio atómico contra poblaciones civiles. Por eso, no solo Japón está presente. También Vietnam. Lo hace con arte, con magnífico empleo de la buena música de Glendon Ramírez. He ido al cine dos veces a ver este filme. Me duele ver poca asistencia y quiero que esta crítica sea voz de exigencia para quienes aman el buen cine costarricense: el precio del boleto, muy cómodo (¢1.600). (wílliam venegas)
Fuente original: http://lahuelladelojo.blogspot.com/
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