Estos días difíciles donde las maromas monetarias son cada vez más complejas y llenas de ingenio, hemos aprendido a reevaluar aquel viejo pensamiento del “valor del dinero”. El salario se alarga como melcocha en trapiche para sacarle tanto jugo como podamos, pagar el cable, las salidas de pareja, los gastos básicos de la semana, y la gasolina del carro. Todo eso se paga de forma estirada y a puro sacrificio. Al llegar la quincena vemos al ingresar al supermercado como aquellos viejos artículos de lujo pasan a ser simplemente: “Artículos de Lujo”. Un hermoso emblema de tiempos pasados y el estigma del miedo de que la situación no mejore.
Pero, mientras compramos la comida para el mes, contemplamos sin quererlo otro tipo de crisis que hemos olvidado, los precios de los alimentos nos absorben de pensar en el alimento per sé y solo vemos el valor monetario de la comida.
Estoy hablando de la otra crisis que hemos olvidado, una crisis que no afecta a los ricos o a la clase media, es la crisis de alimentos.
Esta crisis, a diferencia de la “crisis” económica, que solo afecta a las grandes empresas que manejan acciones de bolsa alrededor del mundo, se saña con los más débiles, aquellos que desconocen que es ver televisión por cable, usar ropa de marca, manejar un automóvil del año e incluso que hasta el hecho de soñar, para ellos, es un lujo literal pues carecen de patrones de medida para pensar en ese “algo más” que conocemos como sueño o meta. ¿Cómo puedes soñar en usar un automóvil del año si nunca has visto uno?
En el momento que el planeta estaba aprendiendo a entender la problemática de los alimentos, se vino la crisis económica opacando todo lo demás. ¿De qué diablos le sirve a un niño en Ruanda que las acciones de Wall Street estén bajando si no tiene que comer? Aun peor, ¿cómo se puede preocupar un Somali de perder su empleo, si nunca ha podido más que vivir de la madre Tierra?
Hay muchos factores para la crisis alimentaria, pero, la consecuencia más desastrosa es que en los países pobres los agricultores se enfrentan a dificultades para tener acceso a semillas, fertilizantes y alimento para el ganado debido a las diversas barreras que les han impuesto como los precios de las materias primas, esto a largo plazo, genera hambruna entre las personas pobres y desposeídas.
Se calcula que habrá 15,7 millones de indigentes adicionales en Latinoamérica para finales de esta década, el alza persistente de los precios internacionales de los alimentos está castigando con especial dureza a los sectores más pobres de América Latina y el Caribe.
Los pobres siempre son olvidados, incluso en tiempos de crisis. Todos se preocupan por la economía, de la “economía del buen vivir”, cable, buena casa, pagar la hipoteca, pagar la gasolina, la buena escuela del chiquillo, etc. y de cómo vivir el día a día “bien”, no perder el trabajo, pero nadie recuerda lo más obvio de todo ¿y la comida?. Hay cosas que con dinero en el bolsillo no se pueden conseguir si se acaban.
Las grandes guerras que vendrán, tanto en lo filosófico y como en el campo de batalla, son las guerras por la comida y por el agua. No olvidemos la crisis alimentaria, que afecta a los realmente débiles, aquellos que desconocen de la crisis económica por la sencilla razón de que no tienen dinero o trabajo, que viven con menos de un dólar diario, pero si tienen estomago y hambre, mucha en realidad.
Pero, mientras compramos la comida para el mes, contemplamos sin quererlo otro tipo de crisis que hemos olvidado, los precios de los alimentos nos absorben de pensar en el alimento per sé y solo vemos el valor monetario de la comida.
Estoy hablando de la otra crisis que hemos olvidado, una crisis que no afecta a los ricos o a la clase media, es la crisis de alimentos.
Esta crisis, a diferencia de la “crisis” económica, que solo afecta a las grandes empresas que manejan acciones de bolsa alrededor del mundo, se saña con los más débiles, aquellos que desconocen que es ver televisión por cable, usar ropa de marca, manejar un automóvil del año e incluso que hasta el hecho de soñar, para ellos, es un lujo literal pues carecen de patrones de medida para pensar en ese “algo más” que conocemos como sueño o meta. ¿Cómo puedes soñar en usar un automóvil del año si nunca has visto uno?
En el momento que el planeta estaba aprendiendo a entender la problemática de los alimentos, se vino la crisis económica opacando todo lo demás. ¿De qué diablos le sirve a un niño en Ruanda que las acciones de Wall Street estén bajando si no tiene que comer? Aun peor, ¿cómo se puede preocupar un Somali de perder su empleo, si nunca ha podido más que vivir de la madre Tierra?
Hay muchos factores para la crisis alimentaria, pero, la consecuencia más desastrosa es que en los países pobres los agricultores se enfrentan a dificultades para tener acceso a semillas, fertilizantes y alimento para el ganado debido a las diversas barreras que les han impuesto como los precios de las materias primas, esto a largo plazo, genera hambruna entre las personas pobres y desposeídas.
Se calcula que habrá 15,7 millones de indigentes adicionales en Latinoamérica para finales de esta década, el alza persistente de los precios internacionales de los alimentos está castigando con especial dureza a los sectores más pobres de América Latina y el Caribe.
Los pobres siempre son olvidados, incluso en tiempos de crisis. Todos se preocupan por la economía, de la “economía del buen vivir”, cable, buena casa, pagar la hipoteca, pagar la gasolina, la buena escuela del chiquillo, etc. y de cómo vivir el día a día “bien”, no perder el trabajo, pero nadie recuerda lo más obvio de todo ¿y la comida?. Hay cosas que con dinero en el bolsillo no se pueden conseguir si se acaban.
Las grandes guerras que vendrán, tanto en lo filosófico y como en el campo de batalla, son las guerras por la comida y por el agua. No olvidemos la crisis alimentaria, que afecta a los realmente débiles, aquellos que desconocen de la crisis económica por la sencilla razón de que no tienen dinero o trabajo, que viven con menos de un dólar diario, pero si tienen estomago y hambre, mucha en realidad.
Antonio Chamu. -colaborador y amigo de este blog-
5 comentarios:
!Que buen post!
Me dio miedo solamente en pensar en lo que se plantea acá, nunca lo habia visto de esa forma.
Sia tonto mae, viene uno de semana santa todo relax y tras leer esta nota si que se siente uno hecho picha. Que egoistas que somos!
Tanto uno me mete en la vara de pagar las cuentas y en el cuentico de la "crisis" economica que le vale porra lo que pasa en el resto del mundo, pero esta cosa es un pañuelito todo nos afecta a todos.
Buenisimo el post.
Para nosotros pobreza es no andar menudo para una birra, echarkle gas al carro o deber el cable.
Degraciadamente nuestra mente manipulada se sigue envenenando dia con dia si no se tiene celular,cable o carro se termina siendo igual que un come huevo :-(
Ciertamente un problemas mas grave que nos afecta o afectara a todos en algun momento, y dejamos que se opacara y pasara inadvertida, al menos para los que no la estamos padeciendo. Esas familias que no tienen que poner en su plato son los que estan sufriendo en silencio....
Terrible men, terrible.
Triste realidad... bastante triste!
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