V de vendetta
Guión: Alan Moore
Dibujo: David Lloyd, Steve Wihtaker y Siobhan Dodds.
Primera edición, seriada: "V for Vendetta", en Warrior, Reino Unido, 1982-1983
Primera edición en comic book: V for Vendetta, DC Comics, Estados Unidos, 10 números, 1988-1989
Guión: Alan Moore
Dibujo: David Lloyd, Steve Wihtaker y Siobhan Dodds.
Primera edición, seriada: "V for Vendetta", en Warrior, Reino Unido, 1982-1983
Primera edición en comic book: V for Vendetta, DC Comics, Estados Unidos, 10 números, 1988-1989
Edición en libro: 1990, DC Comics / Vertigo, EE UU, con textos de Lloyd y Moore, entre ellos "Behind the Painted Smile"; con varias ediciones posteriores.
DC COMICS 288 pg. Color rústica
«Las ideas sirven para cambiar el mundo. Es para lo único que sirven. Si miras a tu alrededor, prácticamente todo lo que te rodea procede de la mente humana. Vivimos en el interior de nuestras propias mentes. Le damos forma a lo que nos rodea en nuestra mente, y nos rodeamos con nuestras propias ideas.» Alan Moore
V de Vendetta, de Alan Moore, es un discurso coral de voces que claman por la libertad.
Vivimos tiempos difíciles, tiempos en los que la voz del amo del discurso se ha hecho, de forma brutal, casi omnipresente. Y se ha apoderado también de forma vergonzosa del silencio. La voz de un discurso único, prefijado, que nos dicta que nuestra única posibilidad de felicidad es la sumisión a unas ideas preconcebidas en la corte de aquellos que pervierten significados de palabras y valores en los que la inmensa mayoría hemos crecido. Así es la vida y así hay que vivirla, nos dicen. Y la voz de un destino ya fijado nos advierte: aquellos ciudadanos que no están dispuestos a seguir el orden moral impuesto por unos pocos, serán considerados traidores al progreso, a la libertad. A la Verdad.[i]
Pero la verdad, bien lo dijo Machado, no es Una para todos. Porque hay verdades, palabras sinceras que todavía pronuncian individuos que aspiran a preservar la voz que les pertenece y que los identifica. Voces que aprenden a través de su propia experiencia, de su propio dolor y alegría. De su propio conocimiento. Voces que se encaran con la sociedad de su tiempo. Que exaltan comportamientos antisociales. Que inician una ficción comprometida políticamente. Que hablan a otras voces discordantes. Voces que confirman que la utopía no es un no lugar, sino ese pequeño rincón del mundo donde seres humanos se hacen dignos en convivencia sincera con otro ser humano. Más allá de líderes y sistemas. Voces que aprenden una cultura diferente, un conocimiento distinto. Voces en aprendizaje perpetuo. Voces que proclaman, por encima de todo, y todos, la libertad individual. Voces que han sabido decir no. Voces con V. Con V mayúscula.
Voces que tienen el valor de denunciar la posibilidad de un estado totalitario que ahoga todo rasgo de individualidad en los miembros de su sociedad, voces como la de George Orwell y su novela 1984, la de Aldous Huxley y su obra Un mundo feliz y la de Ray Bradbury y su Farenheit 451. Voces a las que debemos añadir, sin discusión alguna, la de Alan Moore, uno de los autores más extraordinarios que podemos encontrar en el mundo del cómic, cuya voz se hace absolutamente personal en una de sus grandes obras, V de Vendetta, cercana en muchos momentos en contenido, aunque muy diferente en estructura a Watchmen, otra de sus grandes obras. Aunque la estructura de Watchmen sea prodigiosa, más compleja e intelectual, como el mismo autor reconoce, también nos dice que en V de Vendetta hay más pasión, más corazón, más emoción. Una historia con la que Moore quiso plasmar sus teorías sociales, adscritas a la necesaria primacía del individuo, y la importancia de las ideas, del mundo interior de cada ser humano, sobre otros ciudadanos y la sociedad a la que pertenecen.
Pero toda obra, si pretende ser perdurable, no se limita a una sola temática y, de este modo, aquí podemos encontrar temas tan variados como la necesidad e inutilidad de la venganza; el desamparo, en el que se ven envueltos todos los personajes de la obra; la educación; la autoconstrucción individual; las huellas que unos individuos y sus ideas dejan sobre otros, temas constantes en las grandes obras de este guionista. Además se ataca con dureza la insensibilidad, social, y también moral, de estados totalitarios, ejemplificados aquí en el gobierno conservador, fascista más bien, de sistemas políticos, como el que llevaba con mano férrea Margaret Thatcher, que pretenden dictar los destinos de cada uno de sus individuos, ante la abulia, eso sí, y el conformismo de estos, que encuentran en el entretenimiento diario los rasgos esenciales de la realidad cotidiana en la que habitan con absoluta parsimonia.
Escritor, Alan Moore, y dibujante, David Lloyd, consiguen una historia ambientada en una atmósfera extemporánea, congelada casi en los años cincuenta y sesenta, una suerte de retracción en el tiempo cuyos elementos de ciencia ficción parecen llevar el sello añejo de la Golden Age, aunque la idea de ambos era la de mostrar una Inglaterra fascista, una Inglaterra llevada a un sistema totalitario como consecuencia de una guerra nuclear, localizada unos diez años más o menos después del momento en que empezaron a imaginar esta historia. Lo cierto es que la atmósfera nos muestra un tiempo, un lugar perturbadoramente cercano al de estos días, en que un pensamiento único y globalizado parece apoderarse de todos los rincones de este mundo. Uno de los rasgos de toda gran obra: resultar profética.
Alan Moore: «La nueva policía anti-disturbios lleva visores negros, como sus caballos, y sus furgonetas trasportan videocámaras giratorias en sus techos. El gobierno ha expresado su deseo de erradicar la homosexualidad, incluso como concepto abstracto. Y uno se pregunta qué minoría será atacada después. (…) Y no quiero estar aquí en el futuro.»[ii]
Un futuro intemporal, un tiempo, por momentos ucrónico, en el que una gran cantidad de personajes obedecen de forma aterradora la voz de un destino que controla sus más mínimos movimientos. Y donde Alan Moore nos presenta a un crisol de personajes y acontecimientos que van entrelazándose a lo largo de los tres libros que forman V de Vendetta, historia en la que no hay concesiones a la galería.
La historia es tenebrosa y el dibujo refuerza la indefensión, la brutalidad, el desamparo de todos los personajes, buenos y malos (si buenos y malos hubiera), víctimas y verdugos (roles que se intercambian una y otra vez conforme avanza el relato), vengadores que no encuentran la paz y vengados que agradecen la muerte. Personajes desarrollados de forma modélica, envueltos todos ellos, verdugos y víctimas, en luces y sombras, debilidades y fortalezas. De esta forma, el considerado héroe, presentado de forma irónica como el villano en las primeras páginas del libro, es capaz de los más brutales actos de venganza contra un sistema que lo había sometido a todo tipo de vejaciones, y de acciones de una crueldad extrema hacia su discípula Evey, consciente de que sin dolor y trauma, el cambio, la transfiguración interior es imposible.[iii]
También verdugos como el detective Finch o la doctora Delia mostrarán dudas, temores, y arrepentimientos en muchos momentos, dejando ver su desamparo, su condición de seres humanos. De todas formas, estos verdugos presentan una característica común: la de ser fascistas, ya sea, como Finch, por no haber tenido el valor para decir no[iv] o, en el caso de Adam Susan, por ese obsesivo amor hacia la unidad y el orden, hacia el todo que no tiene en consideración a ninguna de las partes que lo forman. O como la doctora, con ese interés científico que lleva a muchas personas a considerar a otros seres humanos poco más que ratas de laboratorio con las que jugar a ser dioses. Así nos lo recuerda la misma doctora Delia, cuya muerte se convierte en manos de Moore en un acto de redención, que traerá a esta verdugo, convertida ahora en víctima, paz y serenidad espiritual.
«Rosas. Eres tú, ¿verdad?. Has venido para matarme. Gracias a Dios. Gracias.»
El cambio de verdugo a víctima es significativo: la cara de V, tan horrible en el campo de concentración para ella, se vuelve hermosa, profundamente hermosa, ya que ella vuelve encontrar en este rostro rasgos de esa humanidad que amó un tiempo. Luces sobre personajes extremadamente sombríos, rasgos de humanidad en personajes casi inhumanos, sombras y crueldad en personajes supuestamente heroicos. Seres humanos que han de enfrentarse en soledad a sus temores más íntimos.
Y es en la sensación de soledad de todos estos personajes, en la caracterización psicológica de cada uno de ellos, donde encontramos uno de los grandes aciertos de esta historieta: su polifonía, la capacidad de otorgar a cada personaje su propia voz, la habilidad para permitir que cada uno de los personajes nos cuente su propia historia y la de su entorno, constante que toma forma bajo un discurso enormemente maduro, que elude la narración omnisciente y que acota al máximo el uso de los textos de apoyo y los bocadillos de pensamiento, presupuestos que serán característica formal en los grandes trabajos de este excepcional guionista británico.[v]
Hay ejemplos numerosos de esta polifonía, capítulos donde son los propios personajes los que se caracterizan a través de la primera persona. Así, en “Versiones”, el líder, Adam Susan, nos da su visión, fascista, de una sociedad; en “El velo”, a través de las palabras de Rosemary, se nos presenta la soledad de V, Evey, y la misma Rosemary, etc.
[i] Uno de los ejemplos más claros en los tiempos que corren ha sido el de la guerra contra Iraq, en que los gobiernos estadounidense, británico, y español han invadido un país a partir de una mentira, la de las armas de destrucción masiva, que unos y otros presentaron como una verdad absoluta, una verdad engañosa, una mentira absoluta, a la que todavía se aferra, entre otros, José María Aznar. Y no es este el único ejemplo, pero sí el más obvio en estos tiempos que corren de que las mentiras de un sistema, gracias a sus mecanismos de perversión, pueden ser construidas como verdades ante una inmensa mayoría que acepta sin problemas todo aquello que llega a sus ojos, a su inteligencia, lo cual es una de las grandes críticas que Alan Moore dirige a una sociedad eminentemente pasiva.
[ii] Palabras extraídas del prólogo de la edición de V de Vendetta a cargo de Norma Editorial, del año 2002.
[iii] El individuo y su autoconocimiento quedan simbolizados aquí en la Galería en las sombras, donde V y, posteriormente Evey, tienen acceso a una cultura más allá de la establecida, ya sea en música, literatura, cine, con el ejemplo evidente de Valerie. La Galería en las sombras, tan semejante a la mente humana: cada zona con sus habilidades y funciones: saber, placer, creatividad. Porque el saber, como el aire, es vital para la vida. Como el aire, no debe negarse a nadie.
[iv] Para Alan Moore, no existen el mal o el bien absoluto; para él, la capacidad del mal y del bien está en el interior de cada persona y el mal se acerca a la incapacidad del ser humano para ser fuerte, para ser honesto. Esto nos lo muestra en el número 30 de Swamp Thing, con la reflexión de Matt Cable tras haber sido poseído por Arcane: «no existe la maldad, Alec... Ninguna negrura reservada a los demonios y los monstruos. Sólo existe la debilidad. Yo pude elegir». Tanto Finch domo Matt Cable, son seres humanos cuya debilidad, cuya elección, además de ser errónea provoca un daño terrible en el pequeño lugar del mundo en que habitan.
[v] En una carta David Lloyd daba a Moore sus ideas sobre cómo quería enfocar la serie en términos de diseño y ejecución, lo que incluía la prohibición absoluta del uso de efectos de sonido y, como añadido, la total erradicación de los bocadillos de pensamiento
Alan Moore: «V de Vendetta fue una ruptura en muchos aspectos. Estoy muy satisfecho con las caracterizaciones en la historia. Hay una gran variedad de caracteres en esta obra, y todos ellos poseen características propias. Todos tienen diferentes formas de hablar, diferentes agendas y creo que todos son unos personajes creíbles porque, bien, ellos parecen emocionalmente creíbles porque yo no odio totalmente a ninguno de los personajes que aparecen. Incluso cuando escribo sobre los fascistas. Y es que los fascistas son personas que trabajan en fábricas, y probablemente son muy amables con sus hijos, es sólo que son fascistas. Ellos son muy ordinarios. Son igual que todo el mundo ex cepto que ellos son fascistas. La verdad, lo he leído en alguna parte, pero no lo recuerdo bien; en resumen: total entendimiento es total amor. Y aunque nadie puede entender todo, ni perdonar todo yo creo, en cierto modo, que si consiguiéramos saber qué pasa por la cabeza incluso de la gente más monstruosa, encontraríamos algún elemento de humanidad, de simpatía...»[vi]
V de Vendetta, de Alan Moore, es un discurso coral de voces que claman por la libertad.
Vivimos tiempos difíciles, tiempos en los que la voz del amo del discurso se ha hecho, de forma brutal, casi omnipresente. Y se ha apoderado también de forma vergonzosa del silencio. La voz de un discurso único, prefijado, que nos dicta que nuestra única posibilidad de felicidad es la sumisión a unas ideas preconcebidas en la corte de aquellos que pervierten significados de palabras y valores en los que la inmensa mayoría hemos crecido. Así es la vida y así hay que vivirla, nos dicen. Y la voz de un destino ya fijado nos advierte: aquellos ciudadanos que no están dispuestos a seguir el orden moral impuesto por unos pocos, serán considerados traidores al progreso, a la libertad. A la Verdad.[i]
Pero la verdad, bien lo dijo Machado, no es Una para todos. Porque hay verdades, palabras sinceras que todavía pronuncian individuos que aspiran a preservar la voz que les pertenece y que los identifica. Voces que aprenden a través de su propia experiencia, de su propio dolor y alegría. De su propio conocimiento. Voces que se encaran con la sociedad de su tiempo. Que exaltan comportamientos antisociales. Que inician una ficción comprometida políticamente. Que hablan a otras voces discordantes. Voces que confirman que la utopía no es un no lugar, sino ese pequeño rincón del mundo donde seres humanos se hacen dignos en convivencia sincera con otro ser humano. Más allá de líderes y sistemas. Voces que aprenden una cultura diferente, un conocimiento distinto. Voces en aprendizaje perpetuo. Voces que proclaman, por encima de todo, y todos, la libertad individual. Voces que han sabido decir no. Voces con V. Con V mayúscula.
Voces que tienen el valor de denunciar la posibilidad de un estado totalitario que ahoga todo rasgo de individualidad en los miembros de su sociedad, voces como la de George Orwell y su novela 1984, la de Aldous Huxley y su obra Un mundo feliz y la de Ray Bradbury y su Farenheit 451. Voces a las que debemos añadir, sin discusión alguna, la de Alan Moore, uno de los autores más extraordinarios que podemos encontrar en el mundo del cómic, cuya voz se hace absolutamente personal en una de sus grandes obras, V de Vendetta, cercana en muchos momentos en contenido, aunque muy diferente en estructura a Watchmen, otra de sus grandes obras. Aunque la estructura de Watchmen sea prodigiosa, más compleja e intelectual, como el mismo autor reconoce, también nos dice que en V de Vendetta hay más pasión, más corazón, más emoción. Una historia con la que Moore quiso plasmar sus teorías sociales, adscritas a la necesaria primacía del individuo, y la importancia de las ideas, del mundo interior de cada ser humano, sobre otros ciudadanos y la sociedad a la que pertenecen.
Pero toda obra, si pretende ser perdurable, no se limita a una sola temática y, de este modo, aquí podemos encontrar temas tan variados como la necesidad e inutilidad de la venganza; el desamparo, en el que se ven envueltos todos los personajes de la obra; la educación; la autoconstrucción individual; las huellas que unos individuos y sus ideas dejan sobre otros, temas constantes en las grandes obras de este guionista. Además se ataca con dureza la insensibilidad, social, y también moral, de estados totalitarios, ejemplificados aquí en el gobierno conservador, fascista más bien, de sistemas políticos, como el que llevaba con mano férrea Margaret Thatcher, que pretenden dictar los destinos de cada uno de sus individuos, ante la abulia, eso sí, y el conformismo de estos, que encuentran en el entretenimiento diario los rasgos esenciales de la realidad cotidiana en la que habitan con absoluta parsimonia.
Escritor, Alan Moore, y dibujante, David Lloyd, consiguen una historia ambientada en una atmósfera extemporánea, congelada casi en los años cincuenta y sesenta, una suerte de retracción en el tiempo cuyos elementos de ciencia ficción parecen llevar el sello añejo de la Golden Age, aunque la idea de ambos era la de mostrar una Inglaterra fascista, una Inglaterra llevada a un sistema totalitario como consecuencia de una guerra nuclear, localizada unos diez años más o menos después del momento en que empezaron a imaginar esta historia. Lo cierto es que la atmósfera nos muestra un tiempo, un lugar perturbadoramente cercano al de estos días, en que un pensamiento único y globalizado parece apoderarse de todos los rincones de este mundo. Uno de los rasgos de toda gran obra: resultar profética.
Alan Moore: «La nueva policía anti-disturbios lleva visores negros, como sus caballos, y sus furgonetas trasportan videocámaras giratorias en sus techos. El gobierno ha expresado su deseo de erradicar la homosexualidad, incluso como concepto abstracto. Y uno se pregunta qué minoría será atacada después. (…) Y no quiero estar aquí en el futuro.»[ii]
Un futuro intemporal, un tiempo, por momentos ucrónico, en el que una gran cantidad de personajes obedecen de forma aterradora la voz de un destino que controla sus más mínimos movimientos. Y donde Alan Moore nos presenta a un crisol de personajes y acontecimientos que van entrelazándose a lo largo de los tres libros que forman V de Vendetta, historia en la que no hay concesiones a la galería.
La historia es tenebrosa y el dibujo refuerza la indefensión, la brutalidad, el desamparo de todos los personajes, buenos y malos (si buenos y malos hubiera), víctimas y verdugos (roles que se intercambian una y otra vez conforme avanza el relato), vengadores que no encuentran la paz y vengados que agradecen la muerte. Personajes desarrollados de forma modélica, envueltos todos ellos, verdugos y víctimas, en luces y sombras, debilidades y fortalezas. De esta forma, el considerado héroe, presentado de forma irónica como el villano en las primeras páginas del libro, es capaz de los más brutales actos de venganza contra un sistema que lo había sometido a todo tipo de vejaciones, y de acciones de una crueldad extrema hacia su discípula Evey, consciente de que sin dolor y trauma, el cambio, la transfiguración interior es imposible.[iii]
También verdugos como el detective Finch o la doctora Delia mostrarán dudas, temores, y arrepentimientos en muchos momentos, dejando ver su desamparo, su condición de seres humanos. De todas formas, estos verdugos presentan una característica común: la de ser fascistas, ya sea, como Finch, por no haber tenido el valor para decir no[iv] o, en el caso de Adam Susan, por ese obsesivo amor hacia la unidad y el orden, hacia el todo que no tiene en consideración a ninguna de las partes que lo forman. O como la doctora, con ese interés científico que lleva a muchas personas a considerar a otros seres humanos poco más que ratas de laboratorio con las que jugar a ser dioses. Así nos lo recuerda la misma doctora Delia, cuya muerte se convierte en manos de Moore en un acto de redención, que traerá a esta verdugo, convertida ahora en víctima, paz y serenidad espiritual.
«Rosas. Eres tú, ¿verdad?. Has venido para matarme. Gracias a Dios. Gracias.»
El cambio de verdugo a víctima es significativo: la cara de V, tan horrible en el campo de concentración para ella, se vuelve hermosa, profundamente hermosa, ya que ella vuelve encontrar en este rostro rasgos de esa humanidad que amó un tiempo. Luces sobre personajes extremadamente sombríos, rasgos de humanidad en personajes casi inhumanos, sombras y crueldad en personajes supuestamente heroicos. Seres humanos que han de enfrentarse en soledad a sus temores más íntimos.
Y es en la sensación de soledad de todos estos personajes, en la caracterización psicológica de cada uno de ellos, donde encontramos uno de los grandes aciertos de esta historieta: su polifonía, la capacidad de otorgar a cada personaje su propia voz, la habilidad para permitir que cada uno de los personajes nos cuente su propia historia y la de su entorno, constante que toma forma bajo un discurso enormemente maduro, que elude la narración omnisciente y que acota al máximo el uso de los textos de apoyo y los bocadillos de pensamiento, presupuestos que serán característica formal en los grandes trabajos de este excepcional guionista británico.[v]
Hay ejemplos numerosos de esta polifonía, capítulos donde son los propios personajes los que se caracterizan a través de la primera persona. Así, en “Versiones”, el líder, Adam Susan, nos da su visión, fascista, de una sociedad; en “El velo”, a través de las palabras de Rosemary, se nos presenta la soledad de V, Evey, y la misma Rosemary, etc.
[i] Uno de los ejemplos más claros en los tiempos que corren ha sido el de la guerra contra Iraq, en que los gobiernos estadounidense, británico, y español han invadido un país a partir de una mentira, la de las armas de destrucción masiva, que unos y otros presentaron como una verdad absoluta, una verdad engañosa, una mentira absoluta, a la que todavía se aferra, entre otros, José María Aznar. Y no es este el único ejemplo, pero sí el más obvio en estos tiempos que corren de que las mentiras de un sistema, gracias a sus mecanismos de perversión, pueden ser construidas como verdades ante una inmensa mayoría que acepta sin problemas todo aquello que llega a sus ojos, a su inteligencia, lo cual es una de las grandes críticas que Alan Moore dirige a una sociedad eminentemente pasiva.
[ii] Palabras extraídas del prólogo de la edición de V de Vendetta a cargo de Norma Editorial, del año 2002.
[iii] El individuo y su autoconocimiento quedan simbolizados aquí en la Galería en las sombras, donde V y, posteriormente Evey, tienen acceso a una cultura más allá de la establecida, ya sea en música, literatura, cine, con el ejemplo evidente de Valerie. La Galería en las sombras, tan semejante a la mente humana: cada zona con sus habilidades y funciones: saber, placer, creatividad. Porque el saber, como el aire, es vital para la vida. Como el aire, no debe negarse a nadie.
[iv] Para Alan Moore, no existen el mal o el bien absoluto; para él, la capacidad del mal y del bien está en el interior de cada persona y el mal se acerca a la incapacidad del ser humano para ser fuerte, para ser honesto. Esto nos lo muestra en el número 30 de Swamp Thing, con la reflexión de Matt Cable tras haber sido poseído por Arcane: «no existe la maldad, Alec... Ninguna negrura reservada a los demonios y los monstruos. Sólo existe la debilidad. Yo pude elegir». Tanto Finch domo Matt Cable, son seres humanos cuya debilidad, cuya elección, además de ser errónea provoca un daño terrible en el pequeño lugar del mundo en que habitan.
[v] En una carta David Lloyd daba a Moore sus ideas sobre cómo quería enfocar la serie en términos de diseño y ejecución, lo que incluía la prohibición absoluta del uso de efectos de sonido y, como añadido, la total erradicación de los bocadillos de pensamiento
Alan Moore: «V de Vendetta fue una ruptura en muchos aspectos. Estoy muy satisfecho con las caracterizaciones en la historia. Hay una gran variedad de caracteres en esta obra, y todos ellos poseen características propias. Todos tienen diferentes formas de hablar, diferentes agendas y creo que todos son unos personajes creíbles porque, bien, ellos parecen emocionalmente creíbles porque yo no odio totalmente a ninguno de los personajes que aparecen. Incluso cuando escribo sobre los fascistas. Y es que los fascistas son personas que trabajan en fábricas, y probablemente son muy amables con sus hijos, es sólo que son fascistas. Ellos son muy ordinarios. Son igual que todo el mundo ex cepto que ellos son fascistas. La verdad, lo he leído en alguna parte, pero no lo recuerdo bien; en resumen: total entendimiento es total amor. Y aunque nadie puede entender todo, ni perdonar todo yo creo, en cierto modo, que si consiguiéramos saber qué pasa por la cabeza incluso de la gente más monstruosa, encontraríamos algún elemento de humanidad, de simpatía...»[vi]
Por mostrar sin pudor alguno las zonas más oscuras del ser humano, se ha considerado a Alan Moore un guionista «de lo sórdido, lo truculento y lo sádico», adjetivos curiosamente también usados para hablar de uno de los más grandes directores de la historia del cine, Billy Wilder. Lo que los críticos parecen olvidar rápidamente es que ambos, a la vez que nos muestran debilidades, vicios y penurias de estos individuos, también nos muestran la fortaleza de algunos, su capacidad de redención, su altruismo, su bondad, en definitiva, su dignidad («ese último rincón que nos permite ser libres»), aunque este esfuerzo lleve, así sucede con V y con Valerie, al sacrificio personal, la muerte del cuerpo, que no del espíritu.
Existen ejemplos de la pasión de Alan Moore por la singularidad del ser humano en obras tan oscuras como Watchmen, en cuyo capítulo IX el escritor nos aclara, al explicar el nacimiento de Silk Spectre, cómo desde las peores cenizas puede surgir una chispa de esperanza, como reconoce el mismo Doctor Manhattan: «Vamos… Sécate las lágrimas porque eres vida, más rara que un quark y más improbable que los sueños de Heisenberg, el barro en el que las fuerzas que dan forma a las cosas dejan su huella de forma más clara».
Este aspecto, la pasión absoluta, total por el ser humano, también aparece de forma clara en muchos momentos en V de Vendetta. A esta pasión por los seres más humildes, por los personajes más insignificantes, se ha de asociar la presencia de personajes que no aportan nada a la trama principal como Vincent. De todas formas, esta comprensión también se da hacia personajes vitales como Evey, especial, como otros, a ojos de V, a ojos de Moore:
«Me llamo Evey, Evey Hammond. No soy nadie especial. No como usted. Todo el mundo es especial. Todo el mundo es un héroe, un amante, un bufón, un villano. Todo el mundo. Todo el mundo tiene una historia que contar. Incluso Evey Hammond.»
«Me llamo Evey, Evey Hammond. No soy nadie especial. No como usted. Todo el mundo es especial. Todo el mundo es un héroe, un amante, un bufón, un villano. Todo el mundo. Todo el mundo tiene una historia que contar. Incluso Evey Hammond.»
Y es que ambos autores, tanto Moore como Wilder, nos ofrecen en sus obras una forma de ver el mundo ácida, amarga, pero que conserva siempre un halo de esperanza en el ser humano como individuo, como un ser independiente capaz de tomar sus propias decisiones, de enfrentarse a sí mismo y sus problemas. Porque toda revolución exterior resulta absurda si no viene acompañada de una revolución interior en cada ser, para que los valores de cada uno de nosotros cambien hasta exigir una sociedad más libre, más justa.
Alan Moore: «En mi caso, siento desconfianza hacia la utopía. Yo creo que lo más seguro es que la utopía sólo es pos ible en el interior de cada individuo, y en ningún otro sitio. Bueno, el único sistema político que se podría aplicar al individuo es la anarquía, y mucha gente no ve la anarquía como un sistema político pero, en cierto modo, sí lo es.»
Es significativo entonces que uno de los resortes en que se construye la posibilidad de cambio social en esta obra sea el conocimiento del mundo íntimo, en el aspecto físico y psicológico, del personaje Valerie, que ha construido su propio sistema de valores y no desea renunciar a él. Un sistema de valores que dejará huellas en V para luego alcanzar a Evey, espacio íntimo desde el cual se transfigura el mundo de otros seres humanos. Porque las huellas que algunas personas dejan en los demás pueden ser imborrables:
«Moriré aquí. Perecerá hasta el último resquicio de mi ser, excepto uno. Uno solo. Es pequeño y frágil, y es la única cosa que vale la pena tener en este mundo. Nunca debemos perderla, ni venderla, ni regalarla. Nunca debemos dejar que nos la quiten. No sé quién eres, ni si eres hombre o mujer. Quizá nunca pueda verte. Nunca podré abrazarte, ni llorar contigo, ni podré beber contigo. Pero te amo. Espero que puedas escapar. Espero que el mundo gire y las cosas mejoren, y que la gente vuelva a tener rosas. Ojalá pudiera besarte. Valerie.»
Es significativo entonces que uno de los resortes en que se construye la posibilidad de cambio social en esta obra sea el conocimiento del mundo íntimo, en el aspecto físico y psicológico, del personaje Valerie, que ha construido su propio sistema de valores y no desea renunciar a él. Un sistema de valores que dejará huellas en V para luego alcanzar a Evey, espacio íntimo desde el cual se transfigura el mundo de otros seres humanos. Porque las huellas que algunas personas dejan en los demás pueden ser imborrables:
«Moriré aquí. Perecerá hasta el último resquicio de mi ser, excepto uno. Uno solo. Es pequeño y frágil, y es la única cosa que vale la pena tener en este mundo. Nunca debemos perderla, ni venderla, ni regalarla. Nunca debemos dejar que nos la quiten. No sé quién eres, ni si eres hombre o mujer. Quizá nunca pueda verte. Nunca podré abrazarte, ni llorar contigo, ni podré beber contigo. Pero te amo. Espero que puedas escapar. Espero que el mundo gire y las cosas mejoren, y que la gente vuelva a tener rosas. Ojalá pudiera besarte. Valerie.»
Esta es la grandeza de algunos seres humanos que tan bien sabe reflejar Moore: la capacidad de no renunciar a un ápice de nosotros mismos en las circunstancias más adversas, la capacidad de vivir con dignidad, el valor de decir no a toda forma de represión, y la capacidad de amor incondicional de algunas personas.
De manera que Moore parte en esta obra de una concepción abierta y esperanzada del destino del ser humano. Para este autor el hombre en ningún momento ha de dejarse llevar por un acatamiento total de un hado implacable, simbolizado aquí en la voz de Lewis Prothero, voz que conseguirá llevar a la abulia a muchos de los ciudadanos de esta sociedad, y que hará que Evey proclame estas palabras terribles: «¡No es verdad!. ¡Hay que conformarse! ¡Así es la vida y así hay que vivirla!»
Una mentira que Moore pretende desenmascarar, porque para este guionista el individuo debe ser consciente de que empezar a preguntar por el destino es empezar a vencerlo. Y negarlo. La felicidad, en palabras de V, es un engaño, una jaula de oro en la que anida nuestro conformismo. Una vez renunciamos a ella, podemos buscar nuestro propio conocimiento, nuestra propia voz, más allá de la voz que nos han impuesto. Es en ese momento cuando empezamos, a pesar de miedos, temores, inseguridades, a desarrollarnos como individualidades capaces de construir nuestra propia vida.
Todo ello aparece perfectamente expuesto en el personaje de Evey Hammond, que empezará a construir su propio mundo, su propio yo, a través de las dolorosas lecciones de su mentor. Y construirá también su propio sistema de valores; así, cuando V le ofrece una rosa para acabar con la vida del hombre que asesinó a su amante (rosa que para V se ha convertido antes en símbolo de venganza), ella declina la oferta, ya que toda venganza, piensa, es inútil.[vii]
V y Evey han dejado de ser uno para proseguir caminos diferentes, como el mismo V se encarga de recordarnos: «Pero casi he terminado. Sí. Sí, supongo que sí.» El cuerpo va a morir: sólo quedará la idea. Y es a partir de los valores de cada individuo, del propio mundo int erior de cada ser humano, nos dice Alan Moore, desde donde se ha de construir un mundo más fuerte y hermoso en el que vivir. De ahí la acusación que V lanza contra la humanidad en “Visión vocacional”, donde proclama:
«¡Vosotros les nombrasteis! ¡Vosotros les disteis el poder de tomar decisiones en vuestro lugar! (...) Podríais haberlos detenido. Sólo tenías que decir “no”. No tenéis agallas. No tenéis orgullo.»
«¡Vosotros les nombrasteis! ¡Vosotros les disteis el poder de tomar decisiones en vuestro lugar! (...) Podríais haberlos detenido. Sólo tenías que decir “no”. No tenéis agallas. No tenéis orgullo.»
Acusación brutal que también repetirá uno de los personajes de Watchmen, aunque de forma más velada, en el capítulo VI, cuando Rorschach revela a su psiquiatra las razones de su exacerbado existencialismo, el terrible asesinato de una niña.
«Este mundo sin timón no fue creado por fuerzas metafísicas. No es Dios quien mata a sus hijos. No es el destino el que los destripa o se los da a los perros. Somos nosotros. Sólo nosotros.»
«Este mundo sin timón no fue creado por fuerzas metafísicas. No es Dios quien mata a sus hijos. No es el destino el que los destripa o se los da a los perros. Somos nosotros. Sólo nosotros.»
Somos nosotros. Ya que toda voz, por anónima que sea, proclama Moore, tiene su importancia, para que toda historia pueda entrelazarse hasta formar un laberinto de individualidades que tengan la voluntad de crear una sociedad más humana.
NOTAS:
NOTAS:
[vi] Palabras extraídas de la entrevista de Jaime Rodríguez publicada en U, 18, de XII-1999. todas las respuestas posteriores de Alan Moore en este artículo proceden de ella.
A pesar del pesimismo que V de Vendetta nos muestra en muchos de sus capítulos, uno de los puntos fundamentales de esta historia es la esperanza, una esperanza que nace, eso sí, del afán de buscar la verdad, por dolorosa que esta pueda resultar. Precisamente esta pasión por la verdad, «la de cada uno y la de todos, y no Verdad alguna, con mayúscula y en abstracto» convierte a este cómic en una historia de salvación, de salvación radical del ser humano por encima de todo pesimismo o de todo optimismo.
A pesar del pesimismo que V de Vendetta nos muestra en muchos de sus capítulos, uno de los puntos fundamentales de esta historia es la esperanza, una esperanza que nace, eso sí, del afán de buscar la verdad, por dolorosa que esta pueda resultar. Precisamente esta pasión por la verdad, «la de cada uno y la de todos, y no Verdad alguna, con mayúscula y en abstracto» convierte a este cómic en una historia de salvación, de salvación radical del ser humano por encima de todo pesimismo o de todo optimismo.
Sin embargo, consciente Alan Moore de que también somos «codiciosos y cobardes, desconfiados y asustadizos, y brutales, y que tenemos ansias de dominio», este autor opta por una solución realista, muy acorde con su tesis de que todos somos el mundo y todos somos responsables. Dicha solución consiste en hacer que V se dedique tan sólo a destruir las bases del régimen totalitario y a informar al pueblo de que el poder para transformar la sociedad, para impedir que dicho régimen se regenere, está en las manos de cada uno de sus individuos. Así comprendemos el rostro desencajado de Finch, mirando con miedo, con vértigo, hacia adelante, hacia su futuro, comprendiendo que cada una de las acciones que realice a partir de ahora, será parte de su propio destino, porque ahora es el único dueño de su vida. De ahí también la contraposición entre la primera viñeta de este cómic, con una voz omnipresente que dirige los destinos de casi todos los miembros de esta sociedad abúlica y conformista, y las últimas páginas de la historia, donde la voz de la nueva V, Evey, fuera de la sed de venganza del V original y mostrando así que la educación que ha recibido ha sido útil, proclama: «No voy a liderarles, les ayudaré a construir. Les ayudaré a crear porque no pienso ayudarles a matar. Ya pasó la era de los asesinos. No tienen cabida en nuestro mundo mejor.»
Una idea recurrente en Moore: el progreso o degeneración del mundo, así como su funcionamiento, están en nuestras manos, y las decisiones de cada uno de nosotros son importantes. Nosotros hacemos el mundo.
Nosotros, sin olvidar en ningún momento las huellas que otros seres humanos dejan sobre nuestro cuerpo y espíritu, y resulta obvio, también para Moore, que no hay huella más grande que aquellas que dejan las personas que nos han amado y con las que compartimos nuestro tiempo y entorno. Esto lo podemos comprobar tanto en Swamp Thing como en V de Vendetta, dos grandes historias de amor donde el excepcional guionista británico describe de forma magistral las heridas, las cicatrices -quien bien te quiere, te hará llorar- y las raíces, profundas, que el amor puede dejar en nuestros corazones. Así, la Evey de las últimas páginas de V de Vendetta es una persona a la que el amor (por V y seres como Valerie) ha hecho más fuerte; la Abigail Cable de las últimas historias de Swamp Thing nos dice en el número 54, tras la supuesta muerte de la criatura del pantano, para hacernos saber que el amor que la criatura sentía por ella la ha hecho más fuerte: «No cuesta mucho desmantelar a un ser vivo. Nos desgarramos fácilmente. Las ramas crujen detrás de nosotros. Nos sigue a pie. Tú le detendrías pero tú no estás aquí y yo no puedo. ¿Por qué no puedo?¿Tu magia no se me contagió. ¿No creció nada duradero de nuestro amor?»
Nosotros, sin olvidar en ningún momento las huellas que otros seres humanos dejan sobre nuestro cuerpo y espíritu, y resulta obvio, también para Moore, que no hay huella más grande que aquellas que dejan las personas que nos han amado y con las que compartimos nuestro tiempo y entorno. Esto lo podemos comprobar tanto en Swamp Thing como en V de Vendetta, dos grandes historias de amor donde el excepcional guionista británico describe de forma magistral las heridas, las cicatrices -quien bien te quiere, te hará llorar- y las raíces, profundas, que el amor puede dejar en nuestros corazones. Así, la Evey de las últimas páginas de V de Vendetta es una persona a la que el amor (por V y seres como Valerie) ha hecho más fuerte; la Abigail Cable de las últimas historias de Swamp Thing nos dice en el número 54, tras la supuesta muerte de la criatura del pantano, para hacernos saber que el amor que la criatura sentía por ella la ha hecho más fuerte: «No cuesta mucho desmantelar a un ser vivo. Nos desgarramos fácilmente. Las ramas crujen detrás de nosotros. Nos sigue a pie. Tú le detendrías pero tú no estás aquí y yo no puedo. ¿Por qué no puedo?¿Tu magia no se me contagió. ¿No creció nada duradero de nuestro amor?»
Y la misma Abigail Cable, tras haber detenido, con la ayuda del pantano, al marido de Liz Tremayne, que pretendía asesinar a ésta y a Abigail, afirma: «Sí, sí. Me siento mejor. Sí, más fuerte. Quizás algo bueno acabe por salir de todo esto, como él dijo. Quizás algo acabe creciendo». Ese “algo” en V de Vendetta pretende ser la esperanza en la capacidad del ser humano para dirigir su propio destino, en el ámbito privado y en el ámbito social, porque todo cambio social no puede crecer sino de lo íntimo.
En definitiva, V trascenderá, citando palabras de Barrero, como una de las obras más sinceras y puras de su guionista, en la que tienen cabida la repulsa contra el colectivismo gregario, contra esa Verdad, que es no es tal verdad para el individuo, en la que enfrenta a fascismo y anarquía, estado e individuo. Moore denuncia la corrupción a todos los niveles, la narcotización de la masa a través de los media, arremete contra la burocracia, analiza la frustración freudiana (y por eso el alcance de la voz personal se consigue a través de dos rupturas, la ruptura con el sistema, y la ruptura con el padre), concibe la esencia de la serenidad en la actitud pacífica (Evey, tras la vejación, se transfigura hasta el punto de rechazar la venganza), muestra la soledad y la ingratitud del poder, accede a contemplar el caos como producto de la anarquía desde los ojos de un Finch arrecido por la culpa y la frustración.
Y no olvidemos que en V también tienen cabida la capacidad de redención y sacrificio de algunos individuos; las huellas positivas y negativas que otros pueden dejar sobre nosotros; la esperanza, en resumen, en algunos de los seres humanos que hacen cuanto está en su mano porque el mundo progrese.
«Porque la utopía -afirma Alan Moore- es más una meta que un estado de las cosas existente, y tiene que empezar en el individuo. Tiene que empezar con la gente haciendo sus propias elecciones, en lo que respecta su propia libertad personal, a su propia responsabilidad personal.»
BIBLIOGRAFÍA:
RODRÍGUEZ, Jaime (1997): Alan Moore. El tebeo de los 90, El Boletín: Los archivos de El Boletín, 10, Barcelona
VV AA (1996): Alan Moore. El señor del tiempo, Edición global: Nexos, 4, Valencia
VV AA (1999): U, 18, La Factoría de las Ideas, Madrid
«Porque la utopía -afirma Alan Moore- es más una meta que un estado de las cosas existente, y tiene que empezar en el individuo. Tiene que empezar con la gente haciendo sus propias elecciones, en lo que respecta su propia libertad personal, a su propia responsabilidad personal.»
BIBLIOGRAFÍA:
RODRÍGUEZ, Jaime (1997): Alan Moore. El tebeo de los 90, El Boletín: Los archivos de El Boletín, 10, Barcelona
VV AA (1996): Alan Moore. El señor del tiempo, Edición global: Nexos, 4, Valencia
VV AA (1999): U, 18, La Factoría de las Ideas, Madrid
Extraído de http://www.tebeosfera.com/Obra/Tebeo/Zinco/V.htm.
7 comentarios:
Jueee...así o más completo??
Ví la película y me pareció realmente impresionante en su narrativa, ideas y consecuencia.
Me gustaría mucho algún dia poder acceder al cómic.
Por ejemplo, hace poco pude conseguir el cómic en Internet de 300, y al hacer relaciones entre película y cómic, da un panorama increíble
te luciste chavalo!
mae que buen post... muy completo... la pelicula dem interesante tambien
saludos
Me gustó mucha la cinta... sobre todo una frase que decía que los gobierno deben temernos y no nosotros a él.
V me gustó. Sobre todo en su protesta contra el uso del monopolio de la fuerza contra el pueblo por parte de esa abstracción llamada Estado que es gente igual que todos arrogándose las mayores virtudes.
Según entiendo al creador del comic no le gustó mucho la cinta. Le pareció light!!
Juñio el comic lo crearon Allan Moore y David Lloyd,. el primero no apoyo la cinta pues la adaptación de los Hnos W quitaba todos los elementos anarquicos de la trama y el personaje, que había sido en mayor medida el principal aporte de el mismo, mientras que LLoyd si apoyo al 120% la pelicula, que para mi gusto hace juzto y equilibrado homenaje al comic.
A mi me gusto muchisimo la pelicula, sobre todo la critica. Y esto segura que amorexia y yo compartimos las mismas frases, en la lluvia esta Dios, y las ideas son a pruba de balas.
Exc pelicula.
MOTIVO.quieres morir te lo inpide algo, pesar el por que, porque?
Si motiva vale: del del 100% 1 amor
Amor=2
Sin motivo, ni el vacio vivo es compañía.
Quieres morir? No hay duda al decir si.
Es esperánza el mal de desgracia
No es liberta la bienvenida y la paga por tu estancia
Y esq a1q prometido en este escrito:
Muerte muerte m uerte merte + muerte, se victoria, es meta y yo solo lo elijo.
Me gusta decir que eso es anarquismo.
O muerte = a (=egoístas) al decia mejor mejor vivir.
Por mi todos al disfrute pero no soy yo quien la moral me dice decide tu sus formas
Futuro = hipocresía
Bla bla bla. Ya.
Grupo de palabras bonitas, el tren circular por la ciudad. Estacion corazones perturvados.
Joder nostolguia, murte ya, me inpide podrirme mas.
Perturvado corazon cundo estallaras y da y igual la hora caja organica vacia de sangre que te ha recorrido
El daño es inferio . amor no uno el mio preso y es mas comprimido, qu un cojon eso no lo fue pues la mentira con tinua y vovo sabiendo… y ahora me pregunto puro esiste? Y digo murte m Pert y + por q si merece.
Me da miedo morir? Que vacile. Esta en todo pero al morir eso desaparece y lo mejor sin tener que aguantar cosas peores delas cuales o no estabas o te aconstumbras, sintiendolas menos que la forma
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