La revolución cubana, una omisión por dogma o por fuerza.

En la noche, unos destellos rojos iluminaban un pedazo de malecón, justo donde el silbato de los guardias advierte que nadie se puede sentar. La Oficina de Intereses de los Estados Unidos tenía una marquesina lumínica para transmitir noticias, artículos de la declaración de derechos humanos y mensajes políticos, se podían leer declaratorias de libertad tales como las que en Cuba el régimen no profesa, que nunca se encontrarán en un libro de texto, que nunca se discutirá en un aula, un auditorio, en una reunión civil, algo que ni siquiera pasará jamás por la mente de un cubano conforme, o de aquellos que desde afuera y desde la comodidad de el capitalismo donde enarbolan su ideología roja como la que impone a fuerza y doctrina el régimen en Cuba aplauden y apoyan. Mil excusas y mil artículos habrá escrito, gritado y profesado el dictador Castro desde los medios oficiales de su país, donde solo se puede votar por él, hablar de él, y creer en él, por adoctrinamiento si se logra, por la fuerza si se insiste.

La marquesina solía dictar conciencia y cátedra de libertades de pensamiento: "Dígalo, no se lo guarde, es su derecho pensar distinto" "Nadie es tan bueno para merecer gobernar sobre nadie sin su consentimiento" "Usted tiene derecho a creer" y aunque no cabe duda que mas que buena voluntad y altruismo, estas frases responden mas a una provocación que a un servicio público de el gobierno estadounidense al pueblo cubano, inmediatamente el gobierno cubano pensó en una medida paliativa represora, para evitar que esta marquesina que transmite noticias y artículos de la declaración de derechos humanos fuese vista; por que parece que la "conciencia" revolucionaria puede ser muy frágil cuando viviendo siempre en la opresión de pronto una marquesina luminosa avisa que hay otras opciones, más opiniones y posibilidades que la eterna versión oficial de Castro; y delante de ella, un bosque de banderas se construyo, para que a la altura de un ser humano, no se pudieran ver las deslizantes letras.

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Aunque la versión oficial dice que los 138 mástiles están ahí para recordar a las víctimas del terrorismo, todos sabemos que cumplían la misión de tapar –casi en su totalidad- los enunciados aparecidos en las ventanas de la SINA. La pantalla por un lado y las banderas por el otro, eran el símbolo visible de la confrontación entre los dos gobiernos, cuya evolución todavía es muy difícil de predecir. Para variar el repetitivo camino del conflicto, hace uno días los estadounidenses desactivaron el panel luminoso que se proyectaba hacia la calle. Un poco antes se habían quitado –también- las vallas de tono burlón o insultante que la parte cubana había colocado en la acera de enfrente.

La pregunta de muchos es qué pasará ahora con las batientes telas, si ya no hay frases que cubrir con ellas. El enorme costo de sustituir los lienzos dañados por el viento y de mantener los mástiles –atacados fuertemente por el salitre- pierde sentido si no están los textos al otro lado. Desmontar las insignias será un gesto que tardará un poco más en llegar, pero que terminará por ocurrir.

En Cuba y con la estrategia de el caracol de el Gral. Castro sigue siendo terrible cuestionar la versión oficial; la única que existe; y los cubanos seguirán fieles al régimen siempre y cuando no sepan que puede ser distinto, que se puede pensar en contra de lo que se les ha dicho siempre, que el mundo y las oportunidades no terminan en el malecón; el mismo que Castro y su grupo de represores siguen resguardando, como el conocimiento y la mente de el pueblo, que al ver a la verdad solo ve 138 banderas negras y no le queda mas que seguir opinando como la versión oficial; ahí termina lo visionario de el Che, y cuando desde afuera los que apoyan esta represión traten de encontrar a Cuba y al pueblo manifestándose contra los enemigos, se darán cuenta que la revolución ya no es dogma ni creencia, si no mas bien una omisión, por educación o fuerza.

Si ya se desconectó la pantalla digital con sus mensajes, es tiempo entonces de arriar también las banderas que intentaban ocultarla.